Mensaje Político
Alejandro Lelo de Larrea
Consumado el triunfo de Ricardo Monreal por sobre Claudia Sheinbaum para ser incluido como corcholata presidencial, la inercia de la sucesión lleva a la batalla siguiente y prácticamente definitiva: tumbar la encuesta como procedimiento de selección del candidato de Morena para 2024, o por lo menos que sea un estudio de opinión serio, confiable, con todos los controles estadísticos y de metodología.
Por lo pronto, lo que hoy ocurre a Morena en Coahuila deja claridad de que este método de encuesta no dará buenos resultados. El propio Monreal ha dicho hasta el cansancio que este procedimiento no es democrático, y que lo mejor serían elecciones primarias, para garantizar que quien represente al partido tenga un respaldo real manifiesto con votos.
Sin embargo, el presidente Andrés Manuel López Obrador, aunque diga que no se mete en el partido, es quien decidió y ordenó a los dirigentes de Morena que una encuesta sea la que defina a quien sea el candidato presidencial, procedimiento establecido en los Estatutos de Morena, por lo que sería completamente legal.
Sólo este método le garantiza al presidente tener el control absoluto de la selección del candidato. Es decir, un vil dedazo, porque el plan es hacer una encuesta a modo, con la empresa a modo, cuestionario a modo e incluso hasta muestra a modo. ¿O alguien cree que va a ser distinto? Por supuesto que no.
El método de encuesta sólo beneficia a la propia Sheinbaum y al secretario de Gobernación, Adán López, quienes son los favoritos del primer mandatario, ella la principal. En este sistema llevan las de perder Marcelo Ebrard y el propio Monreal.
Los dos cargan consigo ingratas experiencias personales en elección de candidatos por encuesta. Ebrard en 2011, cuando tuvo que apechugar que no le benefició la supuesta encuesta que hizo el PRD para elegir a López Obrador como candidato presidencial. Esa ocasión fueron 5 preguntas, en 3 de las cuales ganó el tabasqueño. Había empate técnico en la definitoria, pero Ebrard prefirió tragar sapos que impugnar.
El propio Monreal padeció lo mismo en 2018, según reveló hace unos días, cuando aseveró que él e ganó la encuesta a Sheinbaum para la Jefatura de Gobierno, pero aceptó porque jugó a respetar las reglas del juego.
El caso Coahuila encendió los focos rojos en Morena, porque se eligió por encuesta al candidato a gobernador, Armando Guadiana, pero el derrotado, Ricardo Mejía Berdeja, no aceptó los resultados, rompió con el partido y terminó de candidato del PT. Dividió al movimiento, y lo más probable es que le esté poniendo el triunfo al PRI en bandeja de plata.
El alegato de Monreal es: “Si se insiste en una encuesta elaborada, pactada y organizada por el partido (Morena), no tiene sentido participar, porque va a ganar quien quieren que gane. No va a ser democrático y allí no nos vamos a prestar a ninguna farsa”.
Monreal no quita el dedo del renglón de que sea una elección primaria, de esas que no le gustan a López Obrador porque se le salen de control. Así le ocurrió en 1999 cuando terminó la presidencia del PRD y en la contienda entre Jesús Ortega y Amalia García para sucederlo en el cargo, se hizo un “cochinero”, como lo llamaron. Después, su candidato Alejandro Encinas fue derrotado en la interna de 2008 para presidir el PRD.
Así, en las próximas semanas veremos esta batalla de Monreal contra Sheinbaum y los duritos de Morena, en la que el zacatecano debería tener como aliado porque le interesa a Marcelo Ebrard. Lo veremos.
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