Mensaje Político
Alejandro Lelo de Larrea
Quizá la principal razón del desinterés de la población mexicana para aplicarse la vacuna Abdala es que su marca no vende. Pero también porque nadie la promueve, ni siquiera el presidente Andrés Manuel López Obrador o la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum.
Acaso la mejor forma de generar confianza a millones de mexicanos que la vacuna Abdala es segura, sería que AMLO y Sheinbaum predicaran con el ejemplo aplicándosela en público, y más porque el primer mandatario fue quien autorizó el ingreso al país de casi 5 millones de dosis para inocular contra el SARS-CoV-2 mayores de 18 años.
Tampoco se han inoculado otras autoridades federales, por ejemplo, el secretario Jorge Alcocer o el subsecretario Hugo López Gatell.
Es decir, las propias autoridades desconfían de sus políticas públicas, de la salubridad por parte del Estado. En este caso, quizá la razón es porque la vacuna Abdala no está aprobada por la Organización Mundial de Salud. Esa desconfianza ha sido evidente en su historia incluso de parte de López Obrador, quien optó por la medicina privada para atender sus afecciones cardiacas, o el fiscal General de la República, Alejandro Gerz, quien en las últimas semanas se ha atendido en un hospital de Estados Unidos.
Ni López Obrador, ni Sheinbaum deberían tener algún inconveniente o temor de aplicarse la vacuna, pues fue aprobada por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), que forma parte del Gobierno federal.
Deberían suministrársela también porque la Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha dicho que ve una ventaja importante de la vacuna Abdala: “El 92.28 por ciento de efectividad para prevenir la muerte o una enfermedad severa por Covid. No causa efectos secundarios mayores que otras marcas de vacuna: cefalea (dolor de cabeza), somnolencia, astenia (debilitad o fatiga general), dolor o enrojecimiento del lugar de aplicación de la vacuna”.
Más contradictorio aún es que Sheinbaum y AMLO no se apliquen esta vacuna, cuando son simpatizantes del régimen socialista cubano y, como muchos, reconocen que la medicina isleña tiene muy buen prestigio, sean productos y medicamentos para atender tratamientos contra el cáncer, contra las adicciones, neurológicos, vitíligo.
En un mes de iniciada la inmunización con Abdala, se han aplicado en la Ciudad de México 84 mil 515 dosis, de las 220 mil dosis que llegaron, de acuerdo con la Secretaría de Salud capitalina. Esto representa poco menos del 40 por ciento del volumen total, una evidencia del bajo interés, pues de otras marcas de vacuna se llegaban a suministrar más de 30 mil vacunas en un solo día en la CDMX.
Estas poco más 84 mil vacunas representan menos del 2 por ciento del total enviado por Cuba a México, que asciende a 4.9 millones de dosis, sólo para población mayor de 18 años, con más de cuatro meses de su última aplicación.
Para la inoculación con Abdala, otro de los problemas es que los paquetes contienen 10 vacunas, y no pueden abrir uno si no se encuentran las 10 personas en la clínica de salud del gobierno local o la unidad de medicina familiar del IMSS.
El ritmo de aplicación de la vacuna es ínfimo. De las casi 85 mil aplicadas, el promedio para cada uno de los 230 centros de salud es de 369 vacunas en un mes, es decir, unas 12 al día. En los tiempos de vacunación con otras marcas, esas 12 vacunas se suministraban cada 15 minutos durante 8 horas, lo que más o menos promediaba unas 350 por día, cuando menos. A ver si algún día AMLO y Sheinbaum predican con el ejemplo.